La discusión sobre el mérito y el bien común ha sido una de las tensiones más antiguas y recurrentes en la filosofía política. Desde tiempos inmemoriales, la idea de que el esfuerzo y los logros individuales deben ser recompensados ha chocado con la noción de que debemos priorizar el bienestar de todos, no solo el de unos pocos. Sin embargo, creo que esta tensión no es insuperable. Desde una perspectiva que se nutre tanto de la filosofía clásica como de una visión justicialista de la política, podemos superar esta dicotomía y encontrar un equilibrio entre el mérito personal y el bien común.
La virtud como punto medio según Aristóteles
Aristóteles nos legó una poderosa lección: la virtud está en el punto medio entre dos extremos. Para él, la vida virtuosa no se encuentra en los excesos ni en las carencias, sino en el justo medio. Este enfoque puede ayudarnos a reconciliar dos conceptos que parecen opuestos. Por un lado, el mérito, entendido como el reconocimiento de nuestros logros y habilidades individuales. Por el otro, el bien común, que nos exige actuar con miras a mejorar la vida de todos.
Si aplicamos la idea aristotélica a esta tensión, vemos que tanto el mérito desenfrenado como la búsqueda del bien común sin límites pueden caer en extremos viciosos. Un enfoque puramente meritocrático puede derivar en elitismo y exclusión, mientras que un énfasis desmedido en el bien común puede llevar al conformismo y a la supresión de la individualidad. La clave está en el equilibrio: el mérito debe servir al bien común, y el bien común debe nutrir las oportunidades para que todos puedan desarrollar sus méritos.
Una visión justicialista del mérito
Aquí es donde entra en juego la visión justicialista del mérito. Desde esta perspectiva, el mérito no es un fin en sí mismo, sino un medio para contribuir a la comunidad. En lugar de ver el mérito como una meta individualista, lo entendemos como una herramienta que, correctamente canalizada, puede mejorar la vida de todos.
El justicialismo propone una sociedad donde todos tienen las mismas oportunidades para destacar, pero donde esos logros no solo son beneficios personales, sino también un bien para el conjunto. En este sentido, el mérito no se entiende como una cualidad exclusiva de unos pocos, sino como una posibilidad al alcance de todos cuando las condiciones son justas.
Mi experiencia: entre el mérito y el bien común
Mi propia vida ha sido un ejemplo de cómo el mérito y el bien común pueden coexistir de manera armónica. Ingresé al Colegio Nacional de Monserrat gracias a mi esfuerzo y dedicación, lo que podría verse como un logro puramente personal, pero me formé allí en "virtud y letras" y con un fuerte sentido del propósito comunitario "por la patria y en la patria" y con valores firmes de superacion "con el libro hacia el honor" . Sin embargo, este mérito no hubiera sido posible sin el acceso a la educación pública, un sistema que busca garantizar oportunidades para todos, independientemente de su origen y del apoyo de mi comunidad más inmediata, la familia. De la misma manera, egresé de la universidad pública, una institución que, además de formarme a nivel académico, me enseñó el valor de devolverle a la sociedad parte de lo que he recibido.
Más allá del ámbito académico, otra experiencia que me ha mostrado la interrelación entre mérito y bien común es la escalada. Este deporte, a primera vista, puede parecer individualista, ya que cada escalador busca superar sus propios límites. Sin embargo, aprendí que la comunidad es fundamental. En la escalada, el apoyo, la confianza y la solidaridad del equipo son esenciales para el éxito. Es un ejemplo perfecto de cómo el mérito individual cobra sentido cuando se comparte en comunidad y se busca el bien de todos. Al final del día, la competencia es con uno mismo. Y ser conscientes de esa batalla que estan librando los demás en su propia vida, nos permite cultivar la empatía, ser capaces de comprender, y estar dispuestos a honrar los triunfos ajenos, que son triunfos de la comunidad también.
Reflexión final: el equilibrio entre mérito y bien común
Merecer el bien común es, en última instancia, una cuestión de equilibrio. Se trata de encontrar un punto medio entre el logro individual y la solidaridad colectiva. La clave está en entender que el mérito personal solo tiene verdadero valor cuando contribuye a la mejora de la comunidad, y que el bien común no puede prosperar si no se reconoce y fomenta el talento y el esfuerzo de cada individuo.
Desde esta visión superadora, que combina la enseñanza de Aristóteles con una perspectiva justicialista, podemos construir una sociedad más justa y equilibrada, donde el mérito no sea un fin exclusivo ni el bien común una meta inalcanzable. Ambos conceptos, correctamente integrados, pueden y deben trabajar en conjunto para el bienestar de todos.
Así, contribuyendo a la comunidad, uno merece sus bondades.
¿Y vos qué pensás, merecés el bien común?
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