Pensar a la política como proyecto implica comprender que, aunque se piense en un trayecto personal, el campo de acción es colectivo. Se trata del mundo de la interacción entre personas. De la acción colectiva.
La política como proyecto, puede ser entonces un proyecto “privado” o del ámbito de la micropolítica.
O puede ser, en cambio, un proyecto que tiene arraigo en el mercado o la comunidad, que impacta a la sociedad, que involucra a la ciudadanía, o que moviliza al pueblo.
Pensar en un proyecto político es pensar en un esfuerzo organizado, para lograr un objetivo específico, en un tiempo preciso y de acuerdo a un presupuesto acotado.
Depende en que actor nos posicionemos vamos a tener diferentes tipos de proyectos.
Si partimos de las empresas (ya sean con fines de lucro o sean empresas coopeerativas), o las organizaciones sociales comunitarias que también son llamadas movimientos populares (en su versión más neoliberal aunque se hagan intentos por resignificar el término) podemos pensar proyectos de incidencia política, donde el objetivo es ejercer influencia sobre un objeto público, por lo general el estado en sus diferentes niveles de gobierno.
Si partimos de la ciudadanía, también el objeto es influir, pero esta vez sobre los decisores o los funcionarios políticos. Sea provocando una decisión o decidiendo con autonomía, podemos pensar en proyectos de participación ciudadana.
Si partimos de los partidos políticos, tendremos proyectos competitivos electorales o campañas. Cuyo objeto es posicionar a un candidato, una plataforma y persuadir a los votantes a que los conozcan, se involucren y los elijan.
Otros actores que se constituyen en factores de poder, debido a su predominio cultural o a su poder de veto como son los sindicatos estatales o la iglesia, se involucran en diversos tipos de proyectos y tienen como objeto tanto al estado como a la ciudadanía.
Si nos posicionamos en los intelectuales o los periodistas y comunicadores, tendremos proyectos que tienen por objeto la opinión pública y pueden estar motivados por valores materiales e inmateriales.
Si nos posicionamos en el Gobierno, vamos a considerar proyectos de políticas públicas, cuyo objeto es la transformación de la realidad en un sentido, acotado, definido y configurado por múltiples variables.
Si nos posicionamos en el Estado, el objeto es el campo del poder en su conjunto, el proyecto estatal es siempre el proyecto de quienes lo detentan, pero las decisiones encuentran resistencias y acciones contrapuestas. Bob Jessop elabora un enfoque estrategico relacional para aboradar este complejo problema, porque el estado, al fin de cuentas ‘es una relación social’, y un proyecto político también lo es.
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