En nuestro régimen político existen varios niveles de gobierno que se ocupan de una diversidad de asuntos. La primera gran repartija de competencias la establece la Constitución nacional en el título referido a los gobiernos de provincia. Éstos gobiernos delegan algo de su poder: las facultades relativas al funcionamiento y la efectividad de un Estado Nacional. Y conservan otras tantas. En el medio hay poderes concurrentes que pueden ser ejercidos por una provincia o el Estado Federal.
Horacio Cao enseña que existen textos fundacionales donde se pueden encontrar más de cuatrocientas definiciones de federalismo. Pero para esquematizar coloca nuestro régimen político complejo en el centro de un continuum con dos polos, en uno de los cuales se encuentran los Estados Confederales y en otro donde se encuentran los Estados Unitarios.
Nuestro federalismo es básicamente un sistema de cooperación. En el cual los gobernadores son “agentes naturales del Gobierno federal para hacer cumplir la Constitución y las leyes de la Nación” (art 128 CN) y en el cual las provincias pueden autorregularse debiendo garantizar el régimen municipal (Art. 5).
La magia está en el mix de todo. El Estado Federal tiene las capacidades para establecer las estrategias y las metas a largo plazo, con la responsabilidad de recaudar impuestos. Y contrario a lo que se podría pensar es el que tiene el porcentaje de empleo público más bajo, siendo superado en gran medida por las provincias.
Sin descuidar la importancia de la Administración Pública Federal o Nacional, las burocracias provinciales están llamadas a cumplir la función operativa o de implementación, en colaboración con la nación, de las políticas en el territorio. No tienen mucha capacidad de recaudar impuestos y sí, son las que más gastan en empleo público.
Pero los programas y proyectos, deben ser implementados es decir, ejecutados y controlados, en el territorio. Y cuando de territorio se trata el gobierno pone la cara de municipio o comuna. Que si bien pueden procurarse sus propios fondos a través de tasas y contribuciones con el fin de mejorar la comunidad de vida… también dependen en gran medida de las transferencias provinciales. O de la participación en la implementación de políticas nacionales.
No todos los municipios son iguales, algunos son pequeñas comunas y otros grandes conglomerados urbanos. En la mayoría de los casos el criterio que los delimita es el de la cantidad de población.
Lo que varía entre ellos es el grado de autonomía, que puede ser nula, plena o semiplena. En el caso en que se manifiesta en su esplendor los municipios cuentan con la posibilidad y el deber de ejercer una forma de poder constituyente y dictar sus propias cartas orgánicas. Cuando esto no ocurre, hay otra grado de autonomía que se materializa sólo en las dimensiones económica, financiera, administrativa y política. Pueden existir casos de gobiernos locales muy pequeños que deban atenerse a la estructura institucional que mandan las leyes provinciales siendo aún menor la misma.
Pero eso no es todo, dependiendo de la estructura orgánica, el capital humano, los saberes y aprendizajes organizacionales, el grado y el tipo de participación ciudadana expresada a través del involucramiento personal o mediante organizaciones de la sociedad civil, la cantidad y calidad de servicios públicos que proveen, la efectividad de la comunicación gubernamental, la disponibilidad de recursos tecnológicos de gestión, la disponibilidad de información, la legitimidad y el liderazgo de los políticos que la conducen, se puede hablar de mayores o menores capacidades.
Por ahí algún politólogo dijo en estos días que el estado argentino es como un pulpo con muchos pero cortos tentáculos.
El proceso de reforma del Estado ha llevado a que se incremente la cantidad de asuntos que deben efectivamente resolver los municipios, no así los recursos disponibles.
El verdadero desafío no está en hacer una exégesis de competencias, para ver que gobierno se declara incompetente para resolver los problemas de la gente, pienso en Larreta y el Agua Potable; sino que está en transitar el camino largo y de resistencia que busca la coordinación en el Estado.
Tiempos excepcionales ponen de manifiesto la importancia de los principios más básicos, y recuerdan que a veces el más común de los sentidos puede ser el más infrecuente.
No es que el sistema esté mal, quizá no lo sabemos usar.
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