Poco a poco la incertidumbre política, si es que quedaba alguna, se convierte en certezas, en incertidumbre económica y jurídica. El paladín del libre mercado se está dedicando a destrozar las bases sociales de la institución que idolatra. La sustituye por un discurso teleológico sobre un futuro de felicidad ante el cual hay que rendirse con un presente de sufrimiento. Un futuro que bien sabemos, nunca llega.
El león no ha pasado un día en la oficina de presidente y ya ha resignado parte de su programa de gobierno, parte de su gabinete que ocuparán militantes de la fuerza política de Macri (entre otros conservadores) y parte de su potencialidad retórica. Sorprende la ingenuidad con que pretende impostarse como transparente.
Qué raro un economista que se supone conoce el peso de las expectativas (lección uno en Argentina) empeñado en generar muchas e inmanejables; claro está deben de tener un objetivo.
Como la hiperinflación es una cuestión de confianza y expectativas que se quiebran de golpe, no de porcentaje de inflación (no es un número) no sé hasta dónde le es útil esta estrategia de gritar desesperadamente que viene el lobo, cuando en realidad se lo está invitando a la mesa pacientemente.
Milei necesita de una crisis profunda para poder sostener la gobernabilidad en la necesidad y no en los consensos.
De ahí que sea mejor que "se prenda fuego" la economía, como dijo en campaña.
Esto es una muestra de un amateurismo tremendo. La política además de ser un campo de disputa, arenas, es también un mecanismo institucional muy complejo e insoslayable.
Esto nos lo enseña la tradición mainstream de la ciencia política, más cercana al liberalismo y el republicanismo. Pero no tan alejada de la visión democrática como se lo plantea.
Al final, con el pasar de las horas el león se convierte en gato. Quizá esta frase condensa el único momento de lucidez de la izquierda que demostró ser prescindible.
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