Pasaron las elecciones en Córdoba Capital y se ratificó el triunfo de Hacemos Unidos Por Córdoba. Aunque es difícil decir algo que ya no se haya dicho, intentaré esbozar alguna idea.
En primer lugar la política nuevamente se coloca en el centro de la dinámica social, vehiculizado pasiones, sensaciones e ideas. El triunfo que resultó inesperado y contrario a los sondeos de opinión pública de las semanas anteriores se nos antoja épico, los integrantes del gobierno y los militantes se cargaron la campaña codo a codo. No se oculta que hubo una gran apuesta a la fuerza del aparato y de ello se construye mística militante. Se puede pensar que hay en Córdoba una gran necesidad de sentirse participe de un proyecto político, de una disputa de poder que otorgue sentido, hay una búsqueda.
En segundo lugar los actores que ocuparon el centro de la escena del triunfo, con excepción de Juan Schiaretti, se presentan más permeables a "una nueva forma de hacer" ¿política? que convoca a arribistas de partidos opositores, a militantes del kirchnerismo, a nuevos militantes peronistas, a la ilusión de las elites locales por influir en los destinos del país. Un camino con todos, un partido de Córdoba. Pero la pregunta que queda pendiente es: ¿Córdoba, quiénes? o ¿Quién es Cordoba?
Y en tercer lugar hay una suerte de emergencia de una nueva alternativa política que podría encabezar el liderazgo de Martín Llaryora, pero que no termina de encontrar su lugar. Disputa con Schiaretti el liderazgo del partido justicialista, el armado de las listas, el del gobierno, el balance del peso político de las tendencias interiores al partido, la centralidad política y no el sentido del partido justicialista porque adscribe a la idea de partido Cordobés; más aún tiene los vicios de los que adolece esta propuesta como la mirada infantil sobre el federalismo, el blindaje de Córdoba en contraposición a lo nacional, y la inoportuna presentación de una "alternativa a la grieta" que desprecia, al menos discursivamente, una posible integración a un proyecto nacional que no sea el propio.
Sería difícil estar en la cabeza de Martín Llaryora, pero hábilmente esta logrando posicionarse de cara a cada uno de estos desafios (el frente interno, la gobernabilidad, la proyección) que lo encontraron dando uno de los discursos más carismáticos de los últimos tiempos en Córdoba, es raro que no lo acusen de "populista", calificativo que esta reservado para los caudillos del kirchnerismo. Sólo el tiempo dirá que sentido tiene esta estrategia de anticiparse y pelear batallas que no son propias, pues, en fin, acaba de empezar la campaña de Schiaretti con quien verdaderamente tiene una competencia más actual y fuerte que con otros representantes generacionales del peronismo a nivel nacional como podría ser Sergio Massa.
¿Qué pasará cuando se termine la aventura presidencialista de Schiaretti?
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