¿No será hora de que pronunciemos nuestras últimas palabras como los gladiadores a punto de entrar en la arena del Coliseo? ¿A quién sino al pueblo hemos de saludar ante semejante destino? ¿A caso no hemos aprendido nada del gobierno de la derecha - que representa a unos pocos en detrimento de muchos- ?
La semana pasada escuchaba atentamente a Juan Manuel Abal Medina mientras nos daba una clase magistral sobre la democracia en el congreso de ciencias sociales de la UNVM. Nos decía que la democracia es un proyecto escencialmente subversivo, porque se funda en el principio de la igualdad en un mundo plagado de desigualdades. El plano de la política, es aquel en el que todos valemos lo mismo.
Aunque lejos estamos de las formas asamblearias de democracia como la Eklesia del Ágora, o el concejo de los quinientos. Para bien, porque la participación se amplió de gran manera, incluyendo a mujeres y extranjeros, ni hablar de la abolición de la esclavitud. Y aunque algunos añoren esa experiencia directa y afirmen que es un contratiempo el hecho de que nuestra forma de gobierno sea representativa.
Abal Medina, nos decía también que no es casual que la palabra democracia no figure en nuestra constitución y que se haga mera referencia a la forma representativa, republicana y federal. Sino que es más bien intencional que no esté. Porque desde la tradición norteamericana a la que adscribimos cuando nos inspiramos en su modelo constitucional, hay una linea que se puede trazar hasta la antiguedad. En ella se conecta el rechazo al gobierno de las mayorías con un fundamento inspirado en platón, a quien no le gustaba mucho el gobierno del demos, porque eran faciles de corromper y de degenrarse.
Sin embargo la historia griega y la romana vieron triunfar el principio de la democracía con sus primeros demagogos o tribunos de la plebe, que eran instituciones del pueblo, que protegían los intereses del pueblo.
Una larga tradición oligarquica se opone al principio del Demos, que antes toma la forma de aristocracia porque el gobierno de unos pocos, que son los mejores, es mejor que el gobierno de uno solo más sabio. Y eso es así porque ¿quién dice quien es el mejor? ¿O los mejores? Puesto que el criterio aristocrático había superado al criterio democrático, se hizo necesario encontrar una manera de distribuir los cargos diferente al sorteo. Así apareció el voto y con el una de las contradicciones más bellas de la democracia: el poder de elegir a los mejores para que representen los propios intereses.
Hasta acá lo que recuerdo de la conferencia de Abal Medina. Me pareció oportuno rescatar esta intervención porque pienso que a cuarenta años de la democracia en Argentina es un pensamiento acertado que eleva una voz de alerta: estamos cada vez más desiguales, la democracia esta en crisis porque produce más desigualdad.
Y pienso que si son acertados los pronosticos electorales que dan como ganador a Javier Milei en el ballotage vamos a profundizar en ese camino. Vamos a tener otro conjunto de promesas incumplidas por la democracia. Ya no sólo los decepcionados del Frente de Todos, ni los decepcionados de Juntos por el Cambio, sino muchos más.
También tuve la oportunidad de escuchar a nuestra gurú política favorita, la querida Marisú Bonetto, quien insiste con la mirada democrática de alta intensidad para construir un populismo de izquierda, enraizado en las pasiones, como forma de lucha política posible. Desde esa mirada, siempre la comunidad local, y las pequeñas dimensiones son espacios de construcción privilegiada de la democracia.
Yo intuyo que la participación ciudadana, siempre que no despolítice, a pesar de que en Córdoba se la plantea desde una optica vecinal y 'apartidaria', puede aportar a esta construcción popular de un destino común. Pero sigo sin ver cómo porque el poder de decisión del gobierno se ha ido trasladando historicamente de los parlamentos hacia los ejecutivos, y de los poderes ejecutivos hacia los judiciales. Me quedan muchas preguntas para terminar de hilar todo esto... habrá que seguir aprendiendo y estudiando.
Quizá no haya aportado ninguna idea al debate, pero creo que escribir esto es como un ingenuo grito de batalla.
¡Ave, populus! Qui votabuntur, te salutant.
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