Javier Milei sostiene que todos los políticos actuales son parte de una casta que solo persigue su interés individual y que ha colonizado al Estado mediante la corrupción y las prebendas. Y lo procupante es que es una idea con cada vez más adhesion de la ciudadanía, sobretodo los jovenes.
A primera vista parecería una posicion antipolítica y contradictoria, en primer término porque niega la política y pretende reducir todo a la lógica del mercado, y en segundo término porque él mismo forma parte de la clase política que tanto pretende denostar.
Para comenzar se puede pensar en la paradoja del Estado mínimo: durante las reformas neoliberales se bregaba por un Estado no intervencionista y reducido a su mínima expresión en aras de lograr una mayor eficiencia. Muchos argumentos son tomados del malestar que produce la espera ante la resolución de una situación burocrática, o el altanerismo de los funcionarios de la administración pública que a veces aparecen como correas de transmision del malestar social que es reducido a un discurso sobre la corrupción que se autonomiza.
La paradoja está en que para lograr las reformas del Estado y la administración pública que se proponian desde las visiones mercado o sociocéntrica y en detrimento de la vision Estadocéntrica, se requirió de un estado fuerte con grandes capacidades destinado a la enorme tarea de reducción y transformación de la matriz estatal.
La vision sociocéntrica es propia de los gobiernos democratas sociales, la vision mercadocéntrica es propia del neoliberalismo que llegó a nosotros a traves del llamado Consenso de Washington en los noventa, y la visión Estadocéntrica es propia de los gobiernos Nacional-populares.
En realidad lo que hace posible la existencia de estas ideas es la visión neoinstitucionalista hegemónica que reconoce la existencia de la apropiación de rentas estatales por parte de los funcionarios públicos, al menos en parte, y que entra en conflicto o contradicción con su planteo de Estado minimo o Estado vigilante. Esto es así porque si los funcionarios estatales estuvieran reducidos a una logica egoista no se explicaría su actuar colectivo ni se lograría el Estado minimo sino una constante ampliación de las guaridas rentísticas en el Estado con la correlativa expansión de los monopolistas de la violencia.
Lo que ocurre en la práctica es que se ocila entre una burocracia Weberiana y una burocracia rentística, que coexisten y su mayor o menor evolución depende de cómo efectivamente se haya desarrollado un Estado con sus fuerzas productivas. Los Estados que lograron alcanzar un desarrollo tardío y que combinan estas caracteristicas de un leve impulso a la dinámica del capital con una presencia de burocracia profesional en mayor medida realizada, y con intereses diferentes de la expansion del capital a causa de las retribuciones propias de formar parte de la administración pública, son llamados Estados Desarrollistas.
Entonces, como se puede apreciar, el discurso de la corrupción y el de la casta son posibilitados por la disponibilidad de recursos de pensamiento de estas tradiciones hegemónicas y constituyen un verdadero reduccionismo del funcionamiento Estatal.
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