La cuarentena estricta de 2020 me encontró haciendo lo mismo que lo últimos años: estudiando, y eso seguí haciendo como si no hubiera tiempo, ni días, porque los niveles de incertidumbre daban margen al gobierno para tomar las medidas más políticas y polémicas que pueden afectar una democracia liberal con matices corporativistas como la nuestra: ASPO y DISPO.
Pero al parecer las corporaciones no quisieron tocar el cuerpo infectado de la nación en pandemia y, a pesar de algunas concesiones, le toca al presidente "tomar las riendas", enojarse con los que politizan la enfermedad -que valga aclarar: no es que la pandemia no sea el acontecimiento más político del mundo en este momento, sino que hay una desaprobación hacia el uso partisano de clivajes perversos en torno a la salud pública-.
Allí es efectivo un acercamiento al pueblo con habla de uso común, con lugares comunes, y con empatía. Es insuficiente sin escucha: y no digo que no la haya, solo remarco su importancia. Y la función poética de representación del humor social en el discurso presidencial debería dar cuenta de ella.
Siguiendo esa propia lógica discursiva, entonces, el mito de excepcionalidad o la batalla contra el enemigo invisible es una épica que no traza una frontera política, no nos divide -pero tampoco nos une-.
El exceso de referencias al pasado y una un poco arriesgada falta de promesas achican la dimensión temporal del futuro. Y sin futuro, no hay nada que perder, no hay nada que arriesgar, no hay nada que cuidar. Dicho esto:
¿Qué es lo político en la Argentina actual?
Hay una dimensión de futuro, pero es rancho adentro: la renovación del peronismo con la consolidación de cuadros en las segundas y terceras líneas. Pero es un futuro que no proyecta, aún, un devenir social compartido, una ilusión, ni una utopía. Y si la hay, aparece fragmentada, o escondida detrás de la noble imagen de alguien respetado o respetada como dirigente.
Parece que la única alternativa es elevar el nivel de la discusión pública, y abrir espacios de participación democráticos - pero incuestionablemente democráticos, no como las internas de la UCR Córdoba- que permitan que emerjan esos nuevos clivajes, sobre un futuro mejor.
Hay concesiones tácticas insostenibles, como mantener la educación presencial cuando está probado que es mejor, menos riesgoso para la vida, y menos costoso garantizar los insumos materiales para el acceso a clases virtuales. Este tipo de contrasentidos, entre otras cosas, en el debate público inevitablemente "polítizan" la pandemia -partisanamente hablando-.
A los intelectuales y la academia tampoco aplica la teoría del derrame, y el pueblo, no, ¡no es sabio! - pero es Soberano -.
¿Qué es lo político en la Argentina actual? Mejor pensarlo antes que pidan "que diga el que tiene las riendas para donde va".
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