¿Es la militancia un mérito?
Mucho escuché, en mí formación como politólogo, acerca de que la política no tiene por qué ser algo útil, que no tiene praxis, un fin material, o que si lo tuviera de cual o tal forma sería una criticable desviación tecnocrática o capitalista.
A la hora de repartir el trabajo siempre se confunde el espíritu de la defensa democrática de las voces de las minorías con la materialización de una discriminación positiva que en la praxis coloca a determinados sujetos en roles de política.
Sea que la entendamos como la tarea, o como una suerte de trabajo, la trayectoria militante se construye a la vez que construye los espacios que condicionan su posibilidad.
Creo que hay una confusión muy fuerte entre esta actividad propia de lo político con la actividad profesional de un politologo. Y cada vez más desconfío de que sea una casualidad, ignorancia o falta de comprensión del rol del politólogo en la sociedad.
¿Acaso no es el politólogo un auxiliar de la Política en las sociedades democráticas?
En mi observación veo dos méritos, el mérito del militante que intuye el camino a seguir; y el mérito del profesional de la ciencia política que calcula o al menos intuye de una manera más refinada.
La cancelación del mérito como parámetro para la distribución de roles y funciones, es un mito del que hay que desconfiar. Lo que ocurre es que hay una sustitución de un mérito por otro.
La demonización del mérito del politólogo o la politóloga, parece esconder una estrategia o varias, de cooptación, de precarización laboral, de reproducción de patrones de construcción política espurios pero no por eso menos efectivos, o la simple connivencia de una elite para sostener su postura inescrutable al resto de la población que debería controlarlos.
No es oportunidad de discutir esquemas éticos flexibilizados, o la carencia de herramientas para la formación de un criterio en este sentido.
Parece que el discurso en contra de la meritocracia olvida este tipo de mérito tan terrenal, poco creativo, alejado de las construcciones conceptuales que perpetúan el momento de engaño originario señalado por Nietzche. La crítica olvida la tarea.
Se está produciendo la sustitución de un mérito por otro, y a esto hay que ponerlo en evidencia. Desandar la metáfora, develar el interés, asumirlo, cotejarlos con la política, permitir que la ciudadanía los contraste con sus intereses, necesidades y aspiraciones.
Debemos demandar una coherencia, o correspondencia, o equidad, en el trato, en el mérito. Lo demanda la complejidad de la sociedad actual para llevar adelante una política democrática e inclusiva.
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