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La política como proyecto vol. III

En esta tercera entrega en la que nos propusimos pensar la política como proyecto es mejor que finalicemos por el principio: ¿Se puede proyectizar la política?

Sí y no. ¿Cómo es esto? 

Se puede pensar en la política como un curso de acción que requiere de un actor que lo conduzca, y es esperable que existan por lo menos uno o varios otros actores interesados en aquel curso de acción que tengan la posibilidad de influir sobre el mismo. Esto requiere también sostener la autoridad de quien conduce el proyecto de política sobre las decisiones de dirección del proyecto, asumir una esperable y consiguiente obediencia de los subordinados, así como también la efectiva movilización de los recursos según el alcance proyectado en tiempo y forma.

Esta forma de pensar la política nos plantea tres restricciones racionales: los recursos, el alcance del proyecto, y el tiempo. Son las de todo proyecto. Los proyectos de política tienen,a demás, una restricción especifica: el capital político o poder efectivo.

Se puede pensar que proyectizar la política es siempre proyectizar una parte de un todo. La complejidad del fenómeno político escapa a cualquier intento de reducción desde cualquier mirada, cualquiera sea la metodología.

Es decir, que por fuera de la política como proyecto, existen ciertos factores ambientales que la afectan: la coyuntura política, que no es otra cosa que una palabra para referirse a las efectivas relaciones de poder en un determinado contexto histórico en un territorio delimitado, que dado el fenómeno de la globalización puede expandirse hasta amplitudes impensadas. O la cultura y las ideologías.

Otras restricciones provienen de una totalidad que puede ser denominada como “sistema político” o “estructura social”, como el capitalismo financiero internacional, por ejemplo, o las clases sociales; que no dejan de tener una historicidad y una dinámica propias como agregados colectivos cuyos supuestos varían dependiendo de la mirada ontológica y epistemológica que se adopte.

Un proyecto de política debe siempre priorizar una mirada integral del fenómeno que hará mandatoria la búsqueda de articulaciones teóricas y metodológicas.

El área de conocimiento de la integración de un proyecto de política es clave, porque es donde se definirá qué puede ser gestionado y en qué parámetros, así como también con qué indicadores nos vamos a mover para determinar si avanzamos, retrocedemos, o no nos movemos en absoluto. Un proyecto de política debe ser asignado a un politólogo o una politóloga, o al menos debe haber -como mínimo- alguien especializado en la disciplina en el equipo de dirección del proyecto. 

Dos enfoques aparecen como dignos de mencionar. El incrementalismo: que representa una mirada progresiva, con la dinámica de un proceso, donde la optimización es constante y actúa desde la mejora de lo existente. Y el racionalismo que determina un objetivo proyectado racionalmente ex ante y que actúa despojándose de lo innecesario y proyectando como novedad la acción. 

Pensar la política como proyecto requiere también partir de un ‘caso’, es decir una situación, problemática o problematizada, que representa una oportunidad o una necesidad para los promotores del proyecto. Este paso previo de análisis estratégico es necesario para dar lugar a la decisión de constituir el proyecto o no.

Como lo vimos, no toda la política es acción, ni puede ser reducida a los intereses de los sujetos, ni puede ser totalmente proyectizada. Algunas de estas consideraciones son adoptadas como supuestos del proyecto y analizadas al trabajar el área de conocimiento de riesgos. Pero nunca pueden ser soslayadas.

Tanto la política, como lo político, se cuelan en los proyectos de política para complicarnos la vida. Porque la política es un fenómeno complejo. Y la dimensión adversarial que adquiere lo político en las sociedades democráticas es un elemento que demanda de análisis especializados.

Entonces, ¿Se puede proyectizar la política? Sí, un poquito. Pero no toda. 
La ventaja está representada por los valores de economía y la previsibilidad, y por la ubicuidad que genera en las responsabilidades y las asignaciones de valores. También por la facilidad que brinda para evaluar resultados (una deuda pendiente de la política argentina).
La desventaja es la pérdida amplitud al no poder considerar con la relevancia que ameritan elementos como por ejemplo sujetos sociales o el límite a la autoridad, cuando los actores que ejecutan el proyecto no están subordinados al director de un proyecto de política o aquel no tiene la capacidad para persuadirlos a actuar. 

En tu opinión, cuando pensás la acción política: ¿Te planteas un proyecto de política o improvisas lo que salga? 

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La política como proyecto vol. IV

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