Que el ámbito público es diferente al ámbito privado es un supuesto que es fácil de asumir como verdadero, aún cuando no se tenga en cuenta que fue una discusión zanjada desde la antigua πόλις griega.
Allá tiempo y hace lejos, los Πολίτης (ciudadanos, hombres, libres) que podían participar de la vida política en busca de la εὐδαιμονία (felicidad) gracias al ocio, distinguían perfectamente el ámbito del οἶκος (casa, hogar, bienes y esclavos incluídos) en donde la norma era la voluntad del patriarca de la familia actuando cual monarca y constituía un espacio privado y excepcional; del ámbito del ἀγορά (la asamblea de ciudadanos) donde se ponía en juego la Πολιτεία (el régimen de gobierno, la constitución) que constituía el espacio público que era la regla ya que el hombre sólo se desarrolla en una comunidad que se desarrolla, la ciudad.
Del conocimiento y la acción sobre las οἶκος nómoi (las reglas de la casa) se va a ocupar una forma de conocimiento que desarrolla destrezas e intereses que involucran el mencionado principio diferencial de autoridad, fastforward: nuestras ciencias económicas.
Del ámbito de la vida en común y el gobierno se ocupará la Πολιτικα, palabras más, palabras menos la Política, sí, con mayúsculas. Que iluminismo, renacimiento, revoluciones, contractualismo, Hegel, Estado Moderno y globalización de por medio, (sin olvidar la actual tendencia hegemónica del neoliberalismo que tiende a la privatización de todos los ámbitos de la vida), nos da hoy una Política, más flaca, pero más experimentada, leída y viajada.
Por dos carriles paralelos que se disputan un ámbito de la realidad como propio para imponerle sus categorías se han desarrollado las ciencias empresariales y la ciencia política. No es un debate ingenuo, pero si algo queda claro es que gobernar y administrar un Estado, no se parece en nada a llevar adelante una familia o una casa. La gestión de lo público tiene una especificidad propia que es en gran medida ajena a la racionalidad de lo privado.
Pero, así las cosas, ¿son las ciencias empresariales totalmente incompatibles con la administración de los asuntos públicos? En principio,si. Pero no. La especificidad de la gestión pública requiere que se tengan en cuenta tres dispositivos: la burocracia con su funcionamiento jerárquico y meritocrático, las ‘señales’ del mercado, y el control ciudadano a través de la participación.
Entonces, las ciencias empresariales pueden aportar a la gestión de lo publico en materia de eficiencia, economía, y eficacia. Pero no todas sus disciplinas pueden tener una aplicación directa, dada la especificidad de lo público, y de los bienes y servicios públicos. La mayoría de ellas requerirá de un esfuerzo de adaptación, y en la mayoría de los casos tendrá exito en niveles desagregados del estado y descentralizados de la administración pública. La dirección de proyectos, en cambio, es la reina y puede tener aplicación directa.
¿Pero que ocurre cuando ponemos al zorro a cuidar el gallinero? ¡Neogerencialismo! que no es otra cosa que el Estado ocupado por aquellas personas que tienen una particular relación con los dueños del capital ( la de ser sus gestores o managers) y que están entrenados en una particular forma de ver el mundo y que presentan destrezas acordes a esa racionalidad privada.
De ésta manera es posible comprender cómo, cuando éstos integrantes del mejor equipo de los últimos cincuenta años arribaron al estado, conflictos de intereses aparte, no lo hicieron solos. Trajeron toda una forma de ver el mundo que pugnaba con años de desarrollo de conocimientos en el ámbito de la ciencia política.
Es licito concluir que como servidores públicos, fracasaron rotundamente puesto que no persiguieron o no lograron durante sus mandatos algo cercano al bien común o la felicidad del pueblo.
Una discusión aparte es saber si en su tarea, de gestores, de intereses privados, lograron su cometido.
Comentarios
Publicar un comentario