A partir de las 00:00 hs de anoche y hasta el 31 de marzo rige en todo el territorio argentino el “aislamiento social, preventivo y obligatorio” implementado por el decreto 297/2020.
No se trata de una medida aislada sino más bien de un instrumento de política pública que enfatiza un proceso que se había iniciado con la declaración de emergencia sanitaria por el periodo de un año. Esto es el resultado de un proceso en que las recomendaciones que hiciera el Estado, a través de nuestro representante máximo, el presidente, fueron desoídas por una ciudadanía que demostró poca conciencia social, poca responsividad ante el riesgo y poca solidaridad.
En materia de política pública, el Estado tiene que elegir entre dos extremos que continuamente lo mantienen tensionado: la regulación planificadora y la libertad.
Normalmente el límite se ve establecido como resultante de la tensión del juego entre Estado y Sistema económico.
Situaciones excepcionales, requieren de legitimidades excepcionales. Y eso es precisamente lo que ha ocurrido. Los dirigentes de la oposición han mostrado un frente unido alineado bajo la figura del presidente, los gobernadores han aportado su aprobación y colaboración efectivizando el federalismo en la toma de la decisión trascendental. Todo en un periodo de tiempo casi efímero para la política argentina. Se podría pensar en la superación de resistencias de corte populista o burocrático a la implementación de la política pública.
Otra restricción que condiciona la política pública es la tensión entre la sobrevivencia económica y la dinámica de regulación. Es decir, entre la posibilidad de que el Estado preste el servicio publico de sanidad de manera Universal, y la posibilidad de que la libre empresa lucre con la provisión de un servicio de salud. Esto se puso de manifiesto en la ayuda ofrecida por los sindicatos y la ayuda económica demandada por parte de las compañías de medicina privada.
Y ésto no termina allí, la excepcionalidad de la medida de aislamiento es un freno de mano para la economía. Pero a su vez, es esa misma excepcionalidad produce que se reduzca el veto del sistema económico sobre el sistema político administrativo. O, en su defecto, (sobre) legitima las sanciones. Esto es crucial para comprender las regulaciones que emite el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social.
El problema puede ser entendido más que nunca en los términos de Harold Lasswell: Quién recibe qué, cuándo y cómo.
Conceptos genéricos como el riesgo epidemiológico hoy son más concretos que nunca. Y la provisión de los servicios de salud obedecen al riesgo específico de una pandemia. La cuestión de la capacidad excedentaria es crucial, aunque no constituya aún un tema de debate público. Gobiernos de todos los niveles buscan incorporar profesionales, infraestructura, insumos y racionalidad administrativa de manera apremiante.
Se produce más que nunca una externalización de las coberturas hacia los hogares y los beneficiarios, debido a la insuficiencia, y a la particularidad de las estrategias recomendadas por la comunidad científica y la organización mundial de la salud para enfrentar ésta amenaza. El criterio es mas que nunca la integración de una política mulitinivel que involucre la acción coordinada de todos los gobiernos. Y la paradoja viene dada por la tensión, que parece disuelta, entre la selectividad que es requerida dada la definición de los grupos de riesgo a quienes se debe también enfocar una acción específica; y la universalización, o posibilidad de cobertura a toda la población.
Una cuestión de gran importancia, es que a su vez, toda política define también quienes son sus excluidos y vulnerables. En un país donde el trabajo informal y el trabajo por cuenta propia, están muy difundidos, muchas personas no pueden hacer ejercicio efectivo de su derecho a un hogar. Tomar la medida de aislamiento es una decisión que impone, si se desea tener un sentido de justicia social, buscar una complementariedad con otras políticas públicas accesorias que garanticen el bienestar de la población.
Otra paradoja es que las recomendaciones provenientes del modelo medico hegemónico para enfrentar el riesgo son justamente las que sostienen sus principales detractores: la prevención como bandera, el uso intensivo del capital humano y los modos comunitarios de enfrentar la enfermedad.
Un capitulo aparte es la discusión, que nuestra sociedad y el mundo ya deberían tener saldada, a cerca de la naturaleza pública del sistema de salud.
Lo que resulta evidente en esta situación de riesgo es que urge rearticular el bienestar en nuestras sociedades.
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