Para la mayoría de la gente de a pie, llamar a alguien o calificar algo de maquiavélico tiene una connotación negativa que está asociada a las intrigas, las maquinaciones, la traición y la falta de valores. Pero esa es una mirada injusta y sesgada sobre la personalidad de un gran hombre, que tuvo el mérito de distinguir una racionalidad propiamente política y técnica, de la moral.
El mismo hombre que le dedicó su obra más reconocida, El Príncipe, a Lorenzo de Medici para congraciarse con él, buscando obtener así algún beneficio, es el hombre que también prefirió dedicar un obra de mayor envergadura y que involucraba una empresa intelectual más compleja a sus amigos. Los mismos que lo impulsaron escribir esos Discursos Sobre la Primera Década de Títo Livio, y antes quienes se excusa por las posibles falencias y limitaciones de su obra.
Sin duda Maquiavelo era un hombre de su época, con un intelecto particularísimo que lo hace nuestro contemporáneo en muchos aspectos.
Para él la política era el arte, que puede ser investigado y aprendido, de una estrategia, que se ejerce permanentemente, tanto al interior como hacia el exterior, para la imposición del propio poder. La política es así el arte de regular la fortuna para que no muestre en cada ciclo todo lo mucho que puede. Y hacer política es influir mediante las ideas sobre las pasiones.
Gobernar es tener una economía en el uso de la fuerza. Y la pericia política del gobernante radica en conocer para decidir, predecir, y actuar.
Maquiavelo apela al bien común, como una reminiscencia de la escolástica, cuando piensa en la organización del poder del soberano. Y por influencia de la retorica, expresa como debe ser quien gobierna.
Un buen gobernante debe tener Virtu, que es la virtud política por excelencia, y se debe preferir a las virtudes cardinales cuando de los asuntos del estado se trata. Ésta se puede incrementar por la técnica, y se puede regular la practica de las virtudes en los gobernantes,
Virtu es una suerte de astucia afortunada. Que implica una acción según la necesidad, una adaptación. E implica el uso de la fuerza. La acción de el zorro y el león.
Ese mismo hombre preocupado por las cuestiones de alto nivel del gobierno y el Estado, el mismo que prefiere las repúblicas a los principados, es también quien sentencia en su obra:
“no es posible llamar virtud (…) traicionar a los amigos, carecer de palabra, de respeto, tales medios pueden hacer conseguir poder, pero no gloria.”
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